Carlos Rafael Yllescas M.  
 
  Razonamiento motivado: 25-04-2024 01:43 (UTC)
   
 

Razonamiento motivado:

Cuando querer tener razón es irrazonable

Posted: 06 Sep 2019 04:12 AM PDT

Nos gusta pensar que somos personas racionales y razonables. Lógicas. Objetivas. Esa creencia, sin embargo, puede jugar en nuestra contra. Puede hacer que nos encerremos en nuestro pensamiento, creyendo que tenemos la razón absoluta, una RAZÓN en mayúsculas que se niega a aceptar cualquier argumento y que tiene más de irrazonable que de razón.

Julia Galef nos advertía: “¿Deseas defender tus propias creencias o deseas ver el mundo lo más claramente posible? Porque a veces no es posible hacer ambas cosas”. Se refería a uno de los sesgos cognitivos más peligrosos que podemos experimentar: el razonamiento motivado.

¿Qué es el razonamiento motivado?

El razonamiento motivado es un sesgo mediante el cual nuestros deseos, creencias, miedos y motivaciones inconscientes moldean la manera en que interpretamos los hechos. Es la tendencia a ajustar la realidad a lo que ya sabemos y rechazar aquellos argumentos o hechos que van en contra de nuestras creencias.

Se trata de una tendencia inconsciente mediante la cual ajustamos la manera en que procesamos la información a las conclusiones que habíamos extraido con anterioridad, para adaptarlas a nuestro sistema de creencias. Como resultado, perdemos la objetividad: asumimos algunas piezas de información como nuestras aliadas, defendiéndolas a capa y espada; mientras que aquellas que no coinciden con nuestra visión las percibimos como un enemigo a derribar.

La trampa del razonamiento motivado y la pereza intelectual

En la década de 1950, psicólogos de la Universidad de Princeton pidieron a un grupo de estudiantes de dos universidades que vieran una grabación en la que se apreciaba un conjunto de controvertidas decisiones de arbitraje durante un partido de fútbol entre los equipos de sus respectivas escuelas.

Tras el visionado, los estudiantes tenían más probabilidades de percibir las decisiones de los árbitros como correctas cuando favorecían al equipo de su universidad, pero cuando beneficiaban a su rival tendían a catalogarlas como incorrectas. Los investigadores concluyeron que el interés emocional de los estudiantes y su sentido de pertenencia con la universidad moldearon la manera en que analizaron el partido.

Esa visión sesgada se extiende a todas las esferas de nuestra vida. Nuestro juicio está influenciado por qué parte queremos que gane, y eso se aplica a todo aquello que, de alguna manera nos toque de cerca. Determina la manera en que pensamos sobre nuestra salud, relaciones, cómo decidimos a quién votar o incluso lo que consideramos justo o no.

Si no creemos en el cambio climático, desvalorizaremos todos los estudios que muestren que el planeta está sufriendo por nuestras acciones. Si bebemos mucho café, desvalorizaremos los estudios que indican que es dañino. Si no creemos en la meditación, rechazaremos los estudios que señalan sus beneficios. Y así sucesivamente… Ad infinitum.

En práctica, procesamos esa información de manera que se ajuste a nuestras creencias previas y deseos, para mantener el status quo interior y no vernos obligados a cambiar. Si nos muestran evidencias que van contra nuestras creencias, somos menos minuciosos a la hora de analizarlas, e incluso puede ocurrir que las desterremos de nuestra mente.

De hecho, es probable que, en más de una ocasión, mientras razonábamos con una persona, esta ha reconocido nuestros argumentos y admite equivocarse, pero luego vuelve a sostener la misma idea inicial.

El problema es que no somos conscientes de que no estamos siendo racionales, de que no estamos valorando la información con objetividad y de que estamos seleccionando con pinzas la información para eliminar todo aquello que no encaja en nuestra visión del mundo. Todo esto nos conduce a un razonamiento circular, a un inmovilismo intelectual donde no hay espacio para el crecimiento.

Al decir de Nietzsche, tenemos “una tendencia enérgica a asemejar lo nuevo a lo antiguo, a simplificar lo complejo, a pasar por alto o eliminar lo totalmente contradictorio […] Una súbita resolución de ignorar, de aislarse voluntariamente, un cerrar sus ventanas, un decir interiormente no a esta o a aquella cosa, un no dejar que nada se nos acerque, una especie de estado de defensa contra muchas cosas de las que cabe tener un saber, un contentarse con la oscuridad, con el horizonte que nos aísla, un decir sí a la ignorancia y un darla por buena”.

¿Por qué estamos convencidos de tener la razón?

    Vínculo emocional. Las emociones son poderosos alicientes que actúan por debajo del nivel de nuestra conciencia dirigiendo nuestro pensamiento. Como resultado, si queremos que algo sea cierto, buscaremos las pruebas que lo afirmen e ignoraremos aquellas que lo refutan.

    Evitar la disonancia cognitiva. Cuando una información nueva contradice nuestro sistema de creencia, se produce una disonancia cognitiva que genera un estado de ansiedad. Muchas veces, para evitar el arduo trabajo cognitivo que representa asumir una perspectiva diferente y cambiar nuestros puntos de vista, simplemente nos mantenemos atados a nuestra visión, movidos por una especie de pereza intelectual.

 

    Mantener una autoimagen positiva. Nuestras creencias, valores e ideas forman parte de nuestra identidad. Cuando una información nueva los pone en duda, podemos sentir que están atacando nuestro ego. Si tenemos un ego frágil, la tendencia será a encerrarnos en nosotros mismos para “protegernos”. Como resultado, rechazaremos los argumentos contrarios y nos apegaremos aún más a los nuestros.

 

    Presunción de objetividad. Partimos del hecho de que somos personas racionales y asumimos que también somos objetivos. Asumimos que nuestras ideas son objetivas, por lo que un análisis realizado en la Universidad de Stanford reveló que los llamados a ser más “racionales”, “imparciales” o de “mente abierta” en realidad tienen el efecto contrario generando una resistencia a la nueva información, pensando que nos quieren manipular. Nos ponen a la defensiva y “apagan” nuestra mente racional.

    Validación cultural. Compartimos muchas de nuestras ideas, creencias y valores con otras personas. Esos puntos en común nos hacen pertenecer a determinados grupos que nos proporcionan lazos de afinidad que protegen nuestra identidad ya que terminan validando nuestra visión del mundo. Aceptar ideas contrarias al grupo al que pertenecemos genera desarraigo, podemos percibirlo como una “traición”.

¿La solución? Desarrollar la mentalidad del explorador

Cuando pensamos sobre algo, se ponen en marcha dos sistemas diferentes. El primer sistema es rápido, intuitivo y emocional, por lo que es muy propenso a todo tipo de sesgos cognitivos. El segundo sistema se activa posteriormente, siendo más reflexivo, lógico y exacto.

Eso nos permite separar la reacción emocional, y lo que nos gustaría que fuera, de los hechos. Nos permite pensar: “Me gustaría que el cambio climático no fuera cierto, pero quizá sí lo es. Será mejor que analice las evidencias”.

El razonamiento motivado no permite este tipo de análisis. Salta directamente a conclusiones precipitadas, basadas en las emociones, expectativas y creencias. Para evitar, en la medida de lo posible, este sesgo, Julia Galef propone desarrollar la mentalidad del explorador.

Se trata de una mentalidad curiosa, abierta al cambio y dispuesta a explorar las ideas nuevas. Esta mentalidad no se cierra a lo diferente o lo que contradice sus pensamientos y expectativas, sino que siente interés por ello y lo investiga con mayor profundidad.

Es una mentalidad que nos permite ser conscientes de que nuestra autoestima no depende directamente de cuánta razón podamos tener. Eso significa que, para ser más lógicos, objetivos y racionales no necesitamos ser más lógicos y racionales sino aprender a desligarnos del ego y comprender que, si nos equivocamos, significa que hemos aprendido algo nuevo. Y eso es motivo de celebración.

Recordemos la frase de Confucio: “Ni aprobar a una persona por expresar determinada opinión, ni rechazar una determinada opinión por provenir de determinada persona”. Debemos abrirnos a las ideas. Y valorarlas. Ni siquiera debemos dar por sentado que algunas ideas son más válidas solo porque provienen de nosotros. Así, y solo así, podremos crecer.

Fuentes:

Epley, N. & Gilovich, T. (2016) The Mechanics of Motivated Reasoning. Journal of Economic Perspectives; 30(3): 133–140.

Cohen, G. L. (2012) Identity, Belief, and Bias. En: Ideology, Psychology, and Law. J. Oxford: Hanson (Ed.).

Ditto, P. H. & Lopez, D. L. (1992) Motivated skepticism: Use of differential decision criteria for preferred and nonpreferred conclusions. Journal of Personality and Social Psychology; 63: 568-584.

Kunda, Z. (1990) The case for motivated reasoning. Psychological Bulletin; 108: 480-198.

Kunda, Z. (1987) Motivated inference: Self-serving generation and evaluation of causal theories. Journal of Personality and Social Psychology; 53: 636-647.

Hastorf, A. H. & Cantril, H. (1954) They saw a game; a case study. The Journal of Abnormal and Social Psychology; 49(1): 129-134.


 
  ARCHIVOS
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Psicunoc®2010
 
BIENVENIDO, PUEDE SELECCIONAR TODO LOS ARTICULOS Y PEGARLOS EN WORD PARA FACILITAR SU LECTURA. SALUDOS
  Correo Electrónico
psicunoc@yahoo.com
Hoy habia 5 visitantes (5 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis