Carlos Rafael Yllescas M.  
 
  ¿ES NUESTRO CARÁCTER INNATO? 24-04-2024 13:59 (UTC)
   
 

¿ES NUESTRO CARÁCTER INNATO?

Los genes sí lo moldean pero es complicado

Muchas de nuestras características psicológicas son en su origen innatas. Existe una buena cantidad de información venida de estudios con gemelos, familias y diversas poblaciones que señalan la alta heredabilidad de varios rasgos de la personalidad, así como de otras características como la inteligencia, la sexualidad y el género o incluso, el riesgo de sufrir problemas psiquiátricos. Dicho de otra manera, se puede pensar que las enormes diferencias que ocurren en las personas, son en gran medida el resultado de las diferencias genéticas entre ellas.

La historia de nuestras vidas no se inicia como una hoja en blanco. No venimos desprovistos de características que ya desde muy temprano indican cómo vamos a ser. Pero lo difícil es  entender cómo nuestra herencia genética influye en nuestros rasgos psicológicos. ¿Existen conexiones directas entre las moléculas y la mente? ¿Hay módulos neuronales y genéticos por detrás de las muchas funciones cognitivas? ¿Qué significado tiene el decir que hemos encontrado genes de la inteligencia, de la extroversión o de la esquizofrenia?

Lo que se oye o lee con tanta frecuencia, el gen X produce tal enfermedad o se relaciona con tal condición es inadecuado pues sugiere que ese gen tiene asignada una función: que su propósito es causar X. No se trata de eso y puede ser que el malentendido venga de los dos significados que se le han dado a la propia palabra “gen”.

Desde la biología molecular, el gen es un pedazo de ADN que codifica para una proteína específica. Así, existe un gen para la hemoglobina, proteína que transporta el oxígeno en la sangre, un gen para la insulina, proteína que regula el azúcar en la sangre y genes para enzimas que participan en el metabolismo, genes para los neurotransmisores, los anticuerpos y así por delante. Se puede pensar y es claro que esos genes codifican para esas proteínas.

Pero desde el punto de vista de la herencia, un gen es una especie de unidad física que se pasa de padres a hijos y que se asocia con un rasgo o una condición. Por ejemplo, el gen que ocasiona la anemia falciforme, explica cómo la enfermedad se da en las familias.

La idea clave que junta estos dos conceptos del gen es variación:  el “gen” para la anemia falciforme es en realidad solo una mutación o un cambio en la estructura de la parte del ADN que codifica para la hemoglobina. Esa mutación no tiene un propósito, es tan solo un efecto.

De la misma manera quizá podamos entender mejor que cuando hablamos de genes de la inteligencia lo que en realidad estamos diciendo es que existen variantes genéticas que causan diferencias en la inteligencia de los individuos.

Aunque todos compartimos el mismo genoma con un plan para hacer un cuerpo y un cerebro cableado para dotarnos de nuestra condición de humanos, las variaciones genéticas en el plan ocurren de forma inevitable, pues cada vez que el ADN se copia para dotar a nuevos óvulos y espermatozoides con el material genético necesario se producen errores. La variación genética acumulada lleva a una gran diversidad que se vuelve evidente en que la forma cómo nuestros cerebros se desarrollan y funcionan, termina en la individualidad característica de los humanos. No existe en el universo un ser humano igual a otro.

Esto no es metafórico. Podemos ver de forma directa los efectos de la variación genética en nuestros cerebros. Las técnicas de neuroimágenes revelan diferencias muy grandes en el tamaño de varias partes del cerebro, partes definidas y funcionales de la corteza cerebral incluidas. Ellas revelan como esas áreas están organizadas e interconectadas y las vías que les permiten ser activadas y comunicarse entre ellas bajo diversas condiciones. Todos esos parámetros son heredables, al menos en parte, algunos más que otros.

Aunque, y es importante decirlo, la relación entre las propiedades neuronales y los rasgos psicológicos está muy lejos de ser simple. Existe una larga historia de la búsqueda de correlaciones entre parámetros aislados de la estructura cerebral o función y rasgos de comportamiento específicos.

Resulta que el cerebro sencillamente no es tan modular: incluso funciones cognitivas claras no se corresponden con áreas aisladas sino con subsistemas cerebrales interconectados. Y las propiedades de alto nivel que sabemos corresponden a rasgos psicológicos estables no se pueden ligar a subsistemas específicos sino a intercambios entre ellos.

La inteligencia, por ejemplo, no está ligada a un parámetro cerebral localizado. Se correlaciona más bien con parámetros totales de la conectividad de la materia blanca y la eficiencia de sus redes neuronales. No existe un solo bit con el que se pueda pensar. Más que estar ligada a la función de un componente, la inteligencia más bien parece reflejar las interacciones entre sus muchos y diferentes componentes.

Esta ausencia de una modularidad discreta también ocurre a nivel genético. Un gran número de las variantes genéticas que son comunes en la población, se han asociado con la inteligencia. Pero por sí mismas tienen tan solo un efecto pequeño, aunque de forma colectiva dan cuenta del diez por ciento de la variación en la inteligencia en una población. Y, muy importante, muchos de los genes afectados por esa variación genética codifican para proteínas con importantes funciones en el desarrollo del cerebro. Son por lo mismo una indicación general de qué tan bien está ensamblado el cerebro.

Los efectos de  la variación genética en otros rasgos cognitivos y de comportamiento son también indirectos. Y tampoco son muy específicos. La gran mayoría de los genes que dirigen el proceso del desarrollo neuronal desarrollan múltiples tareas: están involucrados en diversos procesos cerebrales en muchas y diferentes partes del cerebro. El efecto de cualquier variante genética individual rara vez está restringido a tan solo una parte del cerebro o a una función cognitiva o a un único rasgo psicológico.

Lo que todo esto significa es que no debemos esperar que se pueda descubrir una variante genética que tenga un efecto directo en un rasgo psicológico y que esto lleve a asignarle una vía molecular de la función cognitiva afectada. De hecho, es un error pensar que las funciones cognitivas o los estados mentales tengan fundamentos moleculares, pues lo que sí tienen son fundamentos neuronales.

La relación entre nuestro genotipo, el conjunto de nuestros genes, y nuestros rasgos psicológicos, aunque substancial, es más bien indirecta y accidental. Es la interacción de las miles de variantes genéticas producidas durante el complejo proceso del desarrollo y que da lugar a la variación en muchos de los parámetros de la estructura y función del cerebro, lo que al final moldea las diferencias psicológicas individuales.

Y así son las cosas del cerebro y de nuestros rasgos psicológicos: complicadas. La naturaleza no tiene ninguna obligación de simplificarlas para nosotros. Cuando levantemos la tapa de la caja negra, no deberíamos esperar ver montones de pequeñas cajas negras pulcramente separadas y alineadas. No, lo que hay ahí es un gran desorden.

Traducción y adaptación libre (con algunas licencias en aras de la claridad) del escrito, “Wired that way: genes do shape behaviours but it’s complicated”, del neuro genetista Kevin Mitchell, Profesor Asociado del Smurfit Institute of Genetics and the Institute of Neuroscience at Trinity College Dublin.

 

Genetics of biologically based psychological differences

Hannah Sallis, George Davey Smith, Marcus R. Munafò. Philosophical Transactions of The Royal Society B. 2018

Genome-wide association study of cognitive functions and educational attainment in UK Biobank (N=112 151)

Davies G., et al. Mol. Psychiatry 2016

Gene Network Effects on Brain Microstructure and Intellectual Performance Identified in 472 Twins

Chiang M., et al. Journal of Neuroscience 2012

Publicado hace 3rd December 2018 por Cierta Ciencia


 
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